Hemos llegado a un
punto peligroso de la historia. Asistimos a la perspectiva real de
un derrumbe económico mundial de la magnitud de la Gran Depresión de
los 30. La crisis crediticia mundial se ve agravada por la crisis
energética mundial y por la crisis climática mundial, y esto
representa un cataclismo potencial para la civilización humana, sin
precedentes en la historia.
Esas tres crisis
mundiales se alimentan. Encarar esa triple amenaza a nuestro estilo
de vida hará necesario un nuevo relato económico para la humanidad,
que logre transformar de modo efectivo la adversidad en
oportunidad.
La actual crisis
del crédito, que se está extiendo a Europa y al resto del mundo,
empezó a principios de los 90. Los salarios en EEUU se habían
estancado y venían cayendo desde hacía casi diez años. De la
recesión de 1989-1991 –producida, en parte, por una contracción del
mercado inmobiliario-, EEUU salió
extendiendo el crédito para consumo masivo a millones de
estadounidenses. Tarjetas de crédito fáciles de obtener les
permitieron a los consumidores norteamericanos adquirir bienes y
servicios por encima de sus posibilidades.
La “cultura de la
tarjeta de crédito” promovió el poder adquisitivo y puso de vuelta a
trabajar a las empresas estadounidenses y a sus empleados para
producir todos los bienes y servicios que se compraban a crédito. En
los últimos 17 años, los consumidores de EEUU sostuvieron a la
economía mundial, en gran medida con sus compras a crédito.
Sin embargo, el
precio por mantener a la economía del mundo a costa de aumentar la
deuda del consumidor fue el desahorro de las familias
estadounidenses. El ahorro de una familia tipo se acercaba al 8% en
1991. Para 2006, el ahorro de las familias entró en la categoría
negativa. Hoy, la familia tipo gasta más de lo que gana. El oxímoron
“ingreso negativo” sintetiza un enfoque
fallido al desarrollo económico.
Cuando el ahorro
familiar pasó al territorio negativo, los sectores bancario e
hipotecario crearon una segunda línea de
crédito artificial para que las familias pudiesen comprar
viviendas con poco o nada de dinero, a tasas de interés que subían
con el tiempo y amortización de capital retardado (hipotecas
subprime).
Millones de
estadounidenses mordieron el anzuelo y compraron casas que excedían
su capacidad de pago de largo plazo, lo cual originó una burbuja
inmobiliaria. Peor aún, cortos de dinero, los propietarios de
viviendas usaron sus casas como cajeros automáticos, refinanciando
hipotecas –en algunos casos, 2 o 3 veces- para hacerse de dinero.
Esa burbuja inmobiliaria ya explotó: millones de estadounidenses
enfrentan ejecuciones hipotecarias y los bancos están al borde del
colapso.
Crisis Crediticia
El resultado de
vivir 18 años del crédito es que EEUU hoy es una economía quebrada.
El pasivo bruto del sector financiero, que era del 21% del PBI en
1980, subió sin pausa en los últimos 27 años, y alcanzó un increíble
116% del PBI para 2007. Debido a que la comunidad financiera y
bancaria de EEUU, Europa y Asia están íntimamente interconectadas,
la crisis crediticia traspasó las fronteras.
Para colmo, la
crisis mundial del crédito se profundizó aún más en los últimos años
cuando se dispararon los precios del petróleo: en julio último, el
barril llegó a US$ 147 en los mercados mundiales. El alza del crudo
generó inflación, achicó el poder adquisitivo de los consumidores,
desaceleró la producción e incrementó el desempleo, causando más
estragos en una economía ya muy endeudada.
Hoy asistimos
a un nuevo fenómeno. Se llama “pico de globalización” y se produjo
cuando el barril rondó los US$ 150. Más allá de este punto, la
inflación crea una pared que impide el crecimiento de la economía,
haciéndola retroceder hacia un crecimiento cero. Sólo cuando se
produce la contracción de la economía internacional cae
el precio de la energía como resultado del
menor consumo energético.
La importancia del
“pico de globalización” es decisiva. El supuesto fundamental de la
globalización siempre fue que el petróleo
abundante y barato permitiera a las empresas trasladar
capital hacia mercados de mano de obra barata, donde los alimentos y
las manufacturas se producen con costo mínimo y altos márgenes de
ganancia y luego se envían a todas partes del mundo. Este supuesto
se desintegró, con consecuencias siniestras para el proceso de
globalización.
Crisis Petrolera
Para entender cómo
llegamos a este punto, necesitamos retrotraernos a 1979. Ese fue el
pico de petróleo mundial per capita,
según un estudio de la petrolera BP. La gente conoce más el
expresión “pico de producción mundial de
petróleo”, que alude al momento en que se ha consumido la
mitad del petróleo mundial. Los geólogos dicen el pico de
producción mundial de petróleo posiblemente ocurra entre 2010 y
2035. Pero el pico de petróleo per capita
es la razón por la cual el pico de globalización ocurrió mucho antes
que el pico de producción mundial de petróleo.
Después de 1979, la
cantidad de crudo disponible per capita comenzó a declinar. Si bien
se encontraron luego más reservas de petróleo, el crecimiento de la
población hace que, si el petróleo se distribuyera en forma
equitativa entre todas las personas, cada una de ellas recibiría
menos. Con el enorme crecimiento económico de China e India a partir
de los 90, la demanda de petróleo de estos dos países se fue a las
nubes. La demanda comenzó a superar a la oferta y el precio comenzó
a subir.
Por ende, con menos
petróleo disponible para cada ser humano, los esfuerzos para que un
tercio de la población humana –la población de India y China- llegue
a una segunda revolución industrial basada en el petróleo se
estrellaron contra la realidad de una oferta limitad de crudo. La
presión de la demanda de una población en aumento se topa con
reservas petroleras finitas, lo que inevitablemente empuja el
precio al alza. Y cuando el crudo toca los US$ 150 el barril, la
inflación se vuelve tan poderosa que actúa como una fuerza de
resistencia al crecimiento económico, y la economía mundial se
contrae.
El encarecimiento
de la energía está en cada producto que fabricamos, desde nuestros
alimentos (tratados con fertilizantes y pesticidas) hasta nuestra
electricidad y nuestro transporte. El encarecimiento de la energía
no sólo influye sobre cada aspecto de la producción, sino que hace
cada vez más prohibitivo al transporte de larga distancia por aire y
por barco. Cualquiera haya sido el valor marginal que obtenían las
empresas por trasladar su producción a mercados de mano de obra más
barata, ya no existe, debido al
costo cada vez mayor de la energía en la cadena de abastecimiento.
Esto marca el verdadero acto final de la
segunda Revolución Industrial y ocurre mucho antes que el
momento pico de la producción mundial de petróleo.
Al mismo tiempo,
los efectos del cambio climático “en tiempo real” están erosionando
con mayor virulencia a la economía en distintas regiones del
planeta.
Crisis del Cambio
Climático
El costo en daños a
la economía estadounidense sólo de los huracanes Katrina, Rita, Ike
y Gustav se estima en más de US$ 240.000 millones. Inundaciones,
sequías, incendio voraces, tornados y otros fenómenos han diezmado
ecosistemas en todo el mundo, no sólo destruyendo tanto producción
agrícola como infraestructura, sino ralentizando la economía global
y ocasionando desplazamientos de millones de seres humanos.
Si bien el gobierno
estadounidense ha ideado un paquete de rescate de casi un billón de
dólares para salvar la economía del país, no será suficiente, per
se, para detener el derrumbe y enfilar hacia un nuevo período de
crecimiento económico sostenido. Esto se debe a que la deuda
acumulativa en la economía estadounidense es de billones de dólares.
Mientras tanto, los salarios de EEUU siguen estancados y la
desocupación aumenta. La creencia en que la recesión actual será
breve y meramente cíclica es, en el mejor de los casos, ingenua, y
en el peor, poco honesta. Las reservas de petróleo –y también de gas
natural y uranio- son escasas para satisfacer las expectativas de
crecimiento del mundo industrializado y del mundo en desarrollo,
mientras que el carbón, las arenas y el crudo pesado son demasiado
sucios para ser utilizados. Y el cambio climático en tiempo real se
está acelerando con mayor rapidez que los modelos científicos
proyectados previamente, desestabilizando ecosistemas enteros y
causando estragos en la actividad económica de la civilización. ¿Qué
hacemos?
El mundo necesita
un nuevo relato económico, poderoso, que con conduzca la discusión
y la agenda de la crisis crediticia, el pico del petróleo y el
cambio climático, del miedo a la esperanza y de las restricciones
económicas a las posibilidades comerciales. Esa historia recién está
surgiendo, a medida que las industrias se apuran a incorporar
energías renovables, construcción sustentable, tecnología de
almacenamiento de hidrógeno, redes inteligentes de empresas de
servicios, vehículos eléctricos, preparando el terreno para una
tercera Revolución Industrial poscarbono.
La cuestión es si podemos hacer la transición a tiempo para evitar
el abismo.
ver:
¿EL
CAPITALISMO ES LO MENOS MALO? |