Clarín,
04mar09
El Apocalipsis climático,
¿pronóstico disparatado o tenebrosa posibilidad?
Por: Marcelo
A. Moreno
Como si no
nos bastaran las constantes, machaconas y al parecer imparables
noticias sobre la crisis global en estos días se sumó otra que, sin
vueltas, anuncia el Apocalipsis.
El científico británico James Lovelock sostuvo que el cambio
climático acabará con gran parte de la vida sobre la Tierra antes de
que termine este siglo. Y para completar de sumergirnos en su baño
de optimismo agregó que todos los esfuerzos que haga la humanidad
para evitar esa catástrofe de proporciones homéricas resultarán
redonda y perfectamente inútiles.
Lovelock, de 89 años, nos es justamente un improvisado en estos
temas: es el creador de la "Teoría Gaia" -que sostiene que la Tierra
funciona como un sistema autorregulado- y autor de La venganza de la
Tierra, donde desarrolla algunas de estas amables predicciones.
Según sus cálculos, la humanidad podría caer de los 7.000 millones
de habitantes hacia el año 2100 a los mil millones, fruto de las
hambrunas a causa de la desertificación y la consecuente falta de
agua y alimentos.
El científico predice un mundo similar al posterior a la caída del
Imperio Romano, con ciudades-monasterios en las que se refugien los
tesoros de la cultura, abastecidas por energía nuclear. El resto lo
imagina como una Edad Media "gobernada por señores de la guerra" y
con el nivel de estabilidad de Afganistán.
Aunque quien escribe estas líneas y una gran proporción de sus
lectores tengamos el paradójico y funesto privilegio de no llegar a
ser testigos ni protagonistas de ese extendido y monótono reino de
tinieblas, uno desea con colérico fervor que Lovelock se haya
aficionado al abuso de sustancias alucinógenas.
Porque parte del mundo está reaccionado -quizá no con la prontitud
deseada- a las evidencias del calentamiento global. Por ejemplo,
Barack Obama mandará al congreso un proyecto de ley para gravar con
fuerza a las empresas que contaminen la atmósfera. Y los millones de
dólares recaudados -unos 80.000 millones al año a partir del 2012-
los piensa invertir en el desarrollo de energías limpias.
Además ordenó a las agencias federales de EE.UU. que realicen
estudios antes de encarar iniciativas que puedan perjudicar a
especies animales y vegetales en peligro de extinción.
Por estos días también Brasil ha anunciado una caída significativa
de la desforestación del Amazonas, uno de los pulmones del mundo,
castigado por una explotación vecina al suicidio.
Hace unos días un joven amigo volvió de estar un mes de Friburgo,
ciudad mayoritariamente estudiantil y considerada como la capital
ecológica de Alemania.
Allí casi no hay coches, las distancias más largas se cubren en
tranvía y la bicicleta reina como medio de transporte aún bajo la
nieve y con 10° bajo cero.
La mayor parte de la energía es eólica y solar, lo que se consume es
en general biodegradable, no se usan nuestras bolsitas de plástico y
la basura se separa prolijamente. Así, en medio de los bosques de la
Selva Negra, esta ciudad llena de bullicio juvenil resulta, al mismo
tiempo, gozosamente silenciosa.
Sería una lástima que estos -y son sólo algunos- esfuerzos al final
no sirvieran para nada. Una pavorosa, catastrófica lástima.
http://www.clarin.com/diario/2009/03/04/sociedad/s-01870156.htm
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