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Negación colectiva del peligro (SEP98)
  
LA SOCIEDAD SE COMPORTARÍA FRENTE AL PETRÓLEO
COMO LOS FUMADORES CON EL CIGARRILLO
 
En noviembre, Buenos Aires será sede de
la IVa Conferencias de las Partes de la 
Convención del Cambio Climático (UN). 
Las perspectivas son malas: se repetiría 
la frustración de reuniones anteriores. 
Por ahora, los intereses petroleros y la 
inercia cultural impidieron limitar  
realmente las emisiones de dióxido de 
carbono, culpables del recalentamiento 
planetario. Sólo algún síntoma 
calamitoso de magnitud podría cambiar 
esta tendencia en los próximos tiempos.

 
 
 
Los adictos al tabaco no parecen dispuestos a resignar pequeñas
satisfacciones a cambio de evitar calamidades futuras. No los asusta 
el enfisema o el cáncer pulmonar. 
 
Este comportamiento individual, suicida, al impulso de la adicción,
tiene su paralelo colectivo en la cuestión ambiental, al no admitir la
sociedad el recalentamiento planetario.
 
Como cuando se habla del influjo de la publicidad de las tabacaleras en 
el caso de los fumadores, lo trivial es adjudicar la culpa -de esta
negación colectiva del peligro- a grandes intereses petroleros y a la
complicidad de los dirigentes, responsables de conducir a la sociedad.
Pero, es un fenómeno social y cultural mas complicado.
 
Según los cálculos más optimistas, si seguimos así, como consecuencia
del incremento del efecto invernadero, dentro de cien años el nivel de
los mares habrá crecido un metro, al aumentar en promedio 3 oC la
temperatura de la atmósfera. Pero, un siglo es demasiado tiempo: nadie
se preocupa, nadie asume lo que eso significa o puede ya estar
significando.
 
Si el pronostico llega a ser verdad, habrá que prepararse para el
baile. Un cambio tan brusco implicará, en poco tiempo, por lo menos un
incremento descomunal de las precipitaciones y otros desajustes como
para que nadie pueda estar a salvo.
 
Los datos son todavía inciertos, pero la sospecha es grande. Aunque no
se pueda estar seguro, no hay lugar para las dudas, teniendo en cuenta
lo que esta en juego.
 
POR AHORA FRACASOS
 
Desde la Cumbre de la Tierra de Río de Janeiro (1992), donde casi todos 
los países suscribieron la Convención Marco de Naciones Unidas sobre 
Cambio Climático, se han vivido sucesivos fracasos, cada vez que se 
buscaron pasos concretos para limitar las emisiones de dióxido de
carbono (CO2) a la atmósfera, principales causantes del recalentamiento 
planetario.
 
En aquel encuentro, los gobiernos hicieron buena letra, se
comprometieron a respetar el medio ambiente y, en particular, acordaron 
limitar sus emisiones de CO2 a los niveles de 1990. Sin embargo, desde 
entonces, dilataron hasta el infinito el como y el cuando implementarlas. 
Como resultado, hoy en día esas emisiones -lejos de ser acotadas- han 
seguido aumentando y aumentando.
 
En Berlín (1995, Alemania), Ginebra (1996, Suiza) y Kyoto (1997,
Japón), Conferencias de las Partes de la Convención del Cambio
Climático, reuniones donde se debió acordar el proceso de
transformación, los países poderosos enfriaron el juego. El ritmo fue
de dilación, al compás de la música de las petroleras, aunque se
fingieron medidas en la practica insuficientes. Es la perspectiva que
también enfrenta el próximo encuentro en Buenos Aires, en la primera
quincena de noviembre.
 
No es casual: el modelo imperante esta basado en la energía obtenida
quemando combustibles fósiles. Es cómoda y barata, pero produce CO2
como subproducto. Como consecuencia, su concentración en la atmósfera
aumento un 30% desde el inicio de la era industrial. 
 
Durante la reunión de Kyoto, en diciembre pasado, por fin los países
más desarrollados aceptaron pautas de restricción para sus emisiones de 
los próximos años. Pero todo el mundo sabe que son insuficientes y que, 
de todas maneras, nada indica que las cumplirán.
 
En Buenos Aires, y siguiendo con la tónica de esconder el problema y
dilatar cambios inevitables, bajo el paraguas de Naciones Unidas los
gobiernos discutirán mecanismos para la compra y venta de culpas,
negociando cupos de contaminación con CO2 a ser pagados -por ejemplo-
con títulos de deuda. 
 
Con mecanismos de este tipo, las sociedades desarrolladas aspiran a
mantener sin culpa su nivel de vida, quemando hidrocarburos fósiles, a
costa de los países pobres que -de esa manera- verían frenadas sus
posibilidades de desarrollo en base a las tecnologías hoy imperantes.
 
Luego de la firma de los protocolos de Kyoto y a pesar de que en otros
temas su actitud es de una dureza combativa singular, Greenpeace
festejo estos acuerdos y entibio aun mas su accionar respecto al
recalentamiento global. Alimenta con este comportamiento los argumentos 
de quienes ven grandes intereses petroleros detrás del activismo 
antinuclear de Greenpeace,
 
UN POCO ES BUENO, PERO ...
 
El dióxido de carbono tiene una saludable y a la vez indeseable
cualidad: retiene parte del calor que llega a la Tierra con la
radiación solar. Es tan importante que de su concentración dependió el
tipo de vida característico o predominante en cada época.
 
Este ambiente confortable para la vida, disponible en la Tierra, no es
habitual en el universo. Es consecuencia de un delicado equilibrio
entre la radiación que llega al planeta y el calor retenido. En este
instante de la evolución del planeta, el confort y hasta la
supervivencia de los humanos dependen de concentraciones de CO2 entre
determinados limites, no demasiado alejados de los actuales.
 
Estaríamos alterando el para nosotros sano equilibrio, en esta burbuja
insólita del universo, creando condiciones para la autodestrucción de
la especie o, por lo menos, para una crisis de la civilización.
 
CAMBIO LA ESCALA
 
El equilibrio térmico actual de la atmósfera no es el único posible,
pero nos conviene. Esta basado en una dada cantidad total de carbono
circulando entre el aire, el agua de los mares y los seres vivos.
 
Este ciclo se esta alterando con la incorporación de carbono que había
quedado guardado debajo de la superficie, en forma de carbón, petróleo
o gas. Al traerlo a la superficie y quemarlo, lo incorporamos al
carbono circulante. De esta manera, habrá más CO2 en la atmósfera
durante millones de años, hasta que se fosilice nuevamente.
 
El accionar del hombre fue siempre insignificante, comparado con la
magnitud del ecosistema terrestre; todo era compensado por la
naturaleza. El mar y la atmósfera se comportaban como infinitos,
deglutiendo los subproductos indeseables de la actividad humana.
 
Pero, nos volvimos demasiado poderosos. Somos muchos y manejamos
energías capaces de alterar equilibrios naturales. Todo lo podemos. No
hay lugar que se escape. Contaminamos todo. No queda lugar para la
improvisación, la irresponsabilidad o el accionar individual, como a lo 
largo de la historia fue posible.
 
Antes, se podía quemar petróleo, gas o carbón sin que pasara algo
significativo. Pero, ahora la escala cambio: las llamas de los pozos de 
petróleo, donde se quema gas "porque sobra", se ven desde el espacio 
indicando que algo insólito esta ocurriendo en la Tierra.
 
 
A PARTIR DE UN SUSTO
 
Con la caída del Muro de Berlín, este final de siglo parece
caracterizado por el dominio de los mercados, por la globalización. A
la luz de la tecnología, el establishment parece invencible, aunque el
recalentamiento planetario amenace más a quienes más tienen para
perder.
 
Al quemar petróleo, carbón y gas, la humanidad juega con fuego, se está 
quemando y se niega a reconocerlo. Por ahora no hay síntomas de cordura 
y, como consecuencia, el efecto invernadero sigue incrementándose.
 
Sólo algún acontecimiento insólito podría cambiar la tendencia. Alguna
calamidad meteorológica fuera de lo común podría llamarnos la atención, 
marcando la aparición de un enemigo externo, obligándonos a unirnos y 
comportarnos con racionalidad.
 
Algunos fumadores empedernidos pueden abandonar al tabaco ante un 
susto grande, una radiografía pulmonar preocupante o el cáncer de un 
amigo. Sin embargo, ni eso es seguro: frecuentemente, el adicto sigue fiel 
a su "faso" hasta la muerte.
 
No podemos apostar a un oportuno susto. En los fumadores la advertencia 
del organismo suelen llegar tarde. Los síntomas concretos suelen ser el 
anuncio de la muerte, de ninguna manera una oportunidad. 
 
Si se repite el Fenómeno de El Niño dos o tres años seguidos, o se da
alguna otra circunstancia meteorológica ligada al recalentamiento
planetario (&) , podría ya no haber cirugía posible para extirpar el cáncer
del dióxido de carbono, en ese momento visible en el tejido
atmosférico.
---
                                        Eduardo Calvo Sans
 
(&) Este artículo es muy anterior al Huracán Katrina (ago05).
 

http://www.laopiniondelagente.com.ar/opinion.asp?nombre_tema=Salud+y+Medio+Ambiente&nombre_subtema=Ecolog%EDa&id_subtema=30&id=1020

http://www.fcen.uba.ar/prensa/educyt/1998/ed56b.htm

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